Hoy quiero hablar de los niño/as que pegan, que arañan o que muerden, ya sea a otros niño/as o a sus familias, en la etapa infantil (especialmente de 1 a 3 años).
Los “papis” y las “mamis” de los niño/as que pegan, pero sobretodo los de los “agredidos”, a veces entramos en un bucle de preocupación que nos lleva a pensar que estamos tratando con niño/as “asalvajados” e incluso nuestra imaginación nos lleva a verlos un tanto, así como los “futuros hermano mayor”. Pues no, dejemos de pensar así.
Que un niño/a pegue o muerda a otros niño/as e incluso a su familia es lo más normal del mundo, y forma parte de su desarrollo. Habrá niño/as que tengan más tolerancia a la frustración y peguen menos, y habrá quien tenga menos tolerancia y peguen más. Pero, por lo general, todo/as niño/as pegan, en algún momento, porque se frustran ante cualquier adversidad con facilidad.
El primer elemento que pone en contacto al bebé con el mundo que lo rodea es su boca. con ella explora, aprende y también se relaciona. Es una de las partes de su cuerpo que se encuentran más desarrollada. Cuando los niños comienzan a socializar, a relacionarse con sus iguales (alrededor de los dos años), aún no poseen un lenguaje ni tienen las habilidades suficientes para comunicarse. Morder se convierte en una manera de conseguir un juguete o llamar la atención. También lo hacen cuando están nerviosos o se sienten frustrados: ante situaciones nuevas, la llegada de un hermanito, el ingreso a la escuela… Y otros niños sencillamente muerden por imitación. Pero expliquemos bien los motivos que pueden llevar a un niño a morder:
- Sobreprotección.
Una de las consecuencias del exceso de protección es la baja tolerancia a la frustración.
Estamos hablando de niño/as, que hasta hace poco, han sido bebés. Posiblemente han estado, hasta este momento de ingreso en la escuela, con toda la atención exclusiva para él o ella. Un niño/a que en casa se lo han dado todo, piensa que siempre va a ser así.
En clase, un niño/a puede tener el coche que el/ella quiere. Como el otro niño/a no va dejar que se lo quite, éste/a se va a frustrar y canaliza su “rabieta” pegando, jalando del pelo o mordiendo. Nunca le han negado nada, no conoce el significado del “no” y es muy difícil para él o ella entenderlo de repente.
- Por exceso de emoción, cariño o alegría.
Muchas veces, lo que para nosotros/as es una agresión, para ello/as es un acto de cariño.
A los niño/as les encanta tocarse, darse besos (es muy placentero poner la boca en la cara o en el cuerpo de otro niño/a), abrazarse, tirarse encima… se ponen nerviosos, se sienten felices y se «pasan» con los cariñitos. A esta edad aún no tienen control emocional; no son capaces de canalizar las emociones intensas, se ponen nerviosos y,¡chas! ¡mordisco al canto!
Estos “bocaos” son los más difíciles de prevenir por parte de las educadoras, puesto que no es fruto de un conflicto, y es complicado diferenciar de lo que puede ser un simple beso a algo mucho más intenso.
- Por ausencia de lenguaje oral.
Los niños de estas edades aún no saben hablar y no pueden utilizar la palabra para resolver sus conflictos.
En este caso, es una manera de expresión más, de comunicar lo que quieren y lo que no quieren, sus deseos, sus frustraciones, sus necesidades…su modo de hacerse entender.
- Por problemas con la dentición.
Que acaben de salirles los dientes es motivo más que suficiente para morder todo lo que tienen cerca.
- Por costumbre/repetición.
Cuando el bebé tiene 6 o 7 meses nos hace mucha gracia que nos tire del pelo o nos de “bocaitos”, o incluso jugamos a darles “mordisquitos”a ello/as. Si estos “graciosos” comportamientos no se han ido moldeando, se irán afianzando cada vez más, y ahora no entenderá por qué no nos hace gracia cuando da un “bocao” o pega a su amigo/a.
- Por pensamiento egocéntrico.
A esta edad los niño/as están en la etapa psicoevolutiva llamada egocéntrica. Es decir, que son incapaces de ponerse en la piel de los otros. Si yo quiero ese osito, lo quiero ahora y no me preocupa que lo tengas tú; no puedo comprender que tú también lo quieras. Lo quiero y te lo quito y, si te resistes, te muerdo. Además, después tampoco pueden entender por qué llora el mordido. Los niños de uno a dos años no son capaces de compartir. No es que sean egoístas, es que aún no saben hacerlo.
Ahora que sabemos por qué lo hacen, ¿Qué podemos hacer al respecto?:
– En primer lugar, ambos niño/as (agresor y agredido) necesitan de nuestra compresión y empatía con su “proceso de aprendizaje”. Si, aprendizaje, del que todos hablamos ahora, “educación emocional”. Están dentro de un proceso de aprendizaje largo y difícil de comprensión y expresión de sus emociones y de encontrar los mecanismos para canalizar y dar salidas a éstas. Necesitan que les ayudemos a dar nombre a lo que sienten: tristeza, rabia, enfado, necesidad…alegría.
– Atender al niño que ha sido agredido, calmarle y ofrecerle seguridad. Es lo mejor para no centrar la atención en lo negativo de esta acción y también para que no vea que mordiendo se centran todas las atenciones en él de forma casi inmediata.
– Indicarle al niño que lo que está haciendo no está bien y que está haciendo daño a alguien.
– Ayudarle a poner nombre a su sentimiento, y darle una alternativa a su acción. No se trata de decirles: “no se muerde” y ya está, sino cómo podría haber actuado.
– También hay que enseñarles “conductas reparadoras”. Reparar el daño causado. No basta con pedir perdón, que se implique en “ayudar a su amigo/a a sentirse mejor”.
– Que los niños vean conductas no agresivas para comunicarse, debemos recordar que los niños imitan lo que ven y nosotros/as somos sus modelos.
– Finalmente, a todo/as los papis y mamis tener paciencia. No existe una “varita mágica” para erradicar este comportamiento. Es un proceso de aprendizaje, y como tal, necesita de su tiempo. Posiblemente se reproduzca varias veces, porque como escribir o leer, o andar o subir una escalera…se “equivocaran” bastantes veces hasta conseguir expresar su emoción de manera correcta y normalizada. No dejaran de hacerlo porque les llamemos la atención una vez, ni dos ni tres…
En la clase, cada niño esta dentro de un proceso de aprendizaje del que necesita un acompañamiento, algunos en su lenguaje, otros en su psicomotricidad, otros en su autonomía…Todos queremos que nuestro/a hijo/a sea entendido por los demás padres en la atención “ especial” que reciba de su maestra/o. Estos niño/as que pegan, no deben ser diferentes. Démosles su tiempo.